Es extraña esta situación, esta en la que ellos me miran buscando algo, temiendo lo peor, esperando una respuesta. Es extraño sentirse en medio de la inquisición, en un interrogatorio de una sola pregunta, en el escrutinio de un al alma atormentada. Es extraño que ellos me miren así.
Vinieron por una respuesta y es mi deber dárselas(se los debo después de todo), quieren saber si aun queda algo de mi en este cuerpo, quieren saber si aun tienen a un general, quieren saber si el mendigo es solo la fachada o es en lo que me convertí. Les digo que debo pensar, que en 3 días vengan a mi y yo les daré la respuesta.
Mi mente esta en blanco, no hay nada que pensar, la respuesta es obvia, debo ir con ellos, debo honrar el pacto de sangre, debo huir de este cancer al que llaman humanidad. No quiero dejarla, no quiero alejarme de los mortales que se comportaron como amigos, no quiero ser ingrato con aquellos que me dieron cobijo y alimento, no quiero dejar de soñar, pero es lo que voy a hacer.
Debo despedirme de aquellos que fueron mi familia y abrazar una vez mas a los malditos, los finales siempre han sido mi parte favorita de las historias aunque jamas he dejado a nadie descansar en paz, siempre termino regresando a casa, resucitando a un ser querido, o rompiendo el silencioso dolor de la distancia, ya eso no importa mucho, final o no, voy con la esperanza de jamas regresar, de darle un final digno a la historia, de convertirme en un canto que recorra los 12 reinos narrando las hazañas de un maldito.
Decidí no despedirme(en caso de que regrese), no llevo mucho en mi bolso pues no necesitare mucho a donde voy, solo conservo unas fotos, un libro de poesía, y un ónix negro que uso para recordarla.
Después de tanto caminar es una trágica ironía el hecho de que me dirija hacia allá, mi antiguo santuario, su actual refugio, mi futuro cuartel general. Abro las pesadas y enormes puertas, invisibles para el ojo humano, solo dejo entrar un poco de luz y me cuelo como una sombra hasta el lugar de la reunión, todos me miran sorprendidos(aun no pasaban los 3 días) menos Hanya que parecía esperarme desde hace algunas horas. Nadie se aproxima a mi, nadie parece saber que hacer, solo Raziel se inclina ante mi y dice: "Bienvenido sea mi señor. Inclinense ante el Dueño de las Almas, Maestro de los Imperfectos, y por encima de todo el Señor de los Malditos".
Vinieron por una respuesta y es mi deber dárselas(se los debo después de todo), quieren saber si aun queda algo de mi en este cuerpo, quieren saber si aun tienen a un general, quieren saber si el mendigo es solo la fachada o es en lo que me convertí. Les digo que debo pensar, que en 3 días vengan a mi y yo les daré la respuesta.
Mi mente esta en blanco, no hay nada que pensar, la respuesta es obvia, debo ir con ellos, debo honrar el pacto de sangre, debo huir de este cancer al que llaman humanidad. No quiero dejarla, no quiero alejarme de los mortales que se comportaron como amigos, no quiero ser ingrato con aquellos que me dieron cobijo y alimento, no quiero dejar de soñar, pero es lo que voy a hacer.
Debo despedirme de aquellos que fueron mi familia y abrazar una vez mas a los malditos, los finales siempre han sido mi parte favorita de las historias aunque jamas he dejado a nadie descansar en paz, siempre termino regresando a casa, resucitando a un ser querido, o rompiendo el silencioso dolor de la distancia, ya eso no importa mucho, final o no, voy con la esperanza de jamas regresar, de darle un final digno a la historia, de convertirme en un canto que recorra los 12 reinos narrando las hazañas de un maldito.
Decidí no despedirme(en caso de que regrese), no llevo mucho en mi bolso pues no necesitare mucho a donde voy, solo conservo unas fotos, un libro de poesía, y un ónix negro que uso para recordarla.
Después de tanto caminar es una trágica ironía el hecho de que me dirija hacia allá, mi antiguo santuario, su actual refugio, mi futuro cuartel general. Abro las pesadas y enormes puertas, invisibles para el ojo humano, solo dejo entrar un poco de luz y me cuelo como una sombra hasta el lugar de la reunión, todos me miran sorprendidos(aun no pasaban los 3 días) menos Hanya que parecía esperarme desde hace algunas horas. Nadie se aproxima a mi, nadie parece saber que hacer, solo Raziel se inclina ante mi y dice: "Bienvenido sea mi señor. Inclinense ante el Dueño de las Almas, Maestro de los Imperfectos, y por encima de todo el Señor de los Malditos".
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